El fin de año y sus fiestas incrementan el estrés, ya que, por lo general, aumentan las tareas laborales y personales, y nos presionamos por cumplir objetivos y metas antes del 31 de diciembre.
La fiesta de fin de año del trabajo. El asado con los de fútbol. La salida con las del gimnasio. La reunión con el grupo de mamis. La cena con los amigos de siempre. Con los compañeros de oficina. Con los del colegio. La presión de encontrar un lugar para todos antes de fin de año. Y, como si fuera poco, el broche final: las reuniones familiares del 24, 25, 31 y 1°.
Diciembre se convierte así en un mes con sobredosis de interacción social.
Balances, reuniones, exámenes finales, cierre del año escolar, planificaciones de todo tipo, locura por las compras navideñas y bocinas de los autos como música de fondo, son situaciones que alteran el paisaje durante diciembre y que afectan nuestro estado de ánimo.
Todos necesitamos, de alguna forma, estresarnos o tener un poco de ansiedad para enfrentar retos, desafíos, metas u objetivos. El problema se genera cuando el estrés se hace crónico.
Fin de año es un “período especial con características reales” que lo hacen un mes particular para todos. “El ser humano tiene ritmos biológicos, pero también sigue ritmos psicosociales que afectan a la sociedad en su conjunto. La precipitación de acontecimientos convierte al fin de año en un momento de carga, de obligaciones, que se suman a todo lo que se acumuló en el año
Fin de año va acompañado muchas veces de frustraciones y tristezas: gente que ya no está, lo que no lograste. Hay dos fines de años: el del año en sí y el del cumpleaños de cada uno de nosotros… los dos tienen esa característica
Para hacer frente a este escenario, se recomienda priorizar, ordenarse y, sobre todo, mantener la tranquilidad, pues de ese modo, es posible evitar que el cansancio se haga crónico.
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